La campaña de tomate de industria ha dado el pistoletazo de salida en el Valle del Ebro en medio de unas semanas climatológicamente muy intensas. A nivel nacional, se ha registrado un cambio drástico de las temperaturas que han evolucionado bruscamente desde la asfixiante cuarta ola de calor del verano, con máximas superiores a los 40º, a un clima más propio del otoño protagonizado por la borrasca Betty, con una disminución de más de 20º en muchas zonas del país, y con la puerta abierta a una Dana, depresión aislada a niveles altos, para terminar este mes de agosto.
Este año los efectos de las altas temperaturas y de las tormentas de granizo de principios de verano han adelantado la cosecha de tomate destinado a conserva, y ahora se espera que la climatología respete los cultivos hasta final de temporada, que en función del clima, puede llegar a dilatarse hasta principios de octubre.
El Valle del Ebro, con un 12%, es la segunda zona de mayor producción nacional de tomate destinado a la transformación industrial, por detrás de Extremadura (75%) y seguida de Andalucía (10%), y son muchas las industrias agroalimentarias que tienen a este fruto, sino es como la principal, sí como una de sus campañas más importantes.
En el sector agroalimentario comparten que la incertidumbre está siendo la nota predominante en esta campaña en todo el país, principalmente debido a la previsión de escasez de agua y de limitaciones de riego registradas desde el primer trimestre del año. Tal y como anunciaban las cooperativas navarras en la mesa de la sequía del mes de junio, la plantación de tomate, estimaban, se había reducido en la Comunidad Foral un 50%, precisamente por la disminución de la dotación de riego. Una disminución en las hectáreas destinadas a este producto que va aumentando en los últimos años en todo el país, agudizada por los cambios del clima que estamos viviendo y por la mayor incidencia de plagas.
A esta incertidumbre, con la que han lidiado tanto los agricultores como las agroindustrias, se unía el impacto de las tormentas que se produjeron coincidiendo con el proceso de floración de la planta. Rafa Castejón, director general de Conservas Dantza, considera que, a nivel de volumen, es posible que esta campaña sea seguramente similar a la de 2022. “El campo venía con buenos rendimientos, pero las tormentas, principalmente la de granizo del 7 de julio, han mermado la producción y se han perdido bastantes hectáreas de cultivo”. Estas tormentas de granizo sufridas en julio impactaron especialmente en zonas navarras de cultivo como Ablitas, Ribaforada, Carcastillo, Rada y Santacara, con un grado de afectación diferente, pero en conjunto, “con pérdidas que rondan el 20%” asegura Alejandro Martínez Campos, director general de Grupo IAN. Campos es optimista y considera que “la campaña avanza a muy buen ritmo, y este mes de agosto será uno de los de mayor producción de los últimos años”.
Desde INTIA han destacado que en aquellas zonas de la Comunidad Foral que se vieron afectadas por el granizo, se estiman entre 43.000 y 44.000 kg/ha de tomate, mientras que en aquellas parcelas que no han sido afectadas, se prevén unos 109.000 kg/ha. Este 2023, según datos facilitados por la sociedad pública navarra, las plagas no han sido tan incisivas como el año pasado y han podido ser controladas en mayor medida, con cierta incidencia de pulgón al principio de la campaña y de Heliothis. En cuanto a enfermedades propias de la planta, desde INTIA destacan la incidencia del clavibacter, que ha afectado en algunas pacerlas tas las tormentas y con especial impacto en variedades concretas (variedad 8204), así como una mayor incidencia de Pseudomonas con respecto a la campaña pasada.
La comunidad extremeña arrancó la campaña en el mes julio con más de 20.000 hectáreas, una mayor superficie de cultivo respecto a 2022 (que mermó a causa de la sequía), pero lejos aún de las 24.000 de 2021. Sin embargo, y pesar de este aumento, UPA-UCE en la región advertía de una producción para este 2023 un 10% menor debido al clima y las últimas lluvias de mayo y junio. Son precisamente estas últimas olas de calor, las responsables de que se haya adelantado la maduración de los frutos. En Andalucía, el impacto de la sequía y las restricciones de agua ha llevado esta campaña a muchos agricultores/as a alquilar tierras en Cádiz y Huelva para garantizar cierta rentabilidad.
2022, UN AÑO COMPLICADO
2022 se caracterizó por un incremento de la incidencia de plagas y por una reducción en la superficie cultivada de tomate con destino industrial, fue una campaña corta de rendimiento, fuertemente marcada por los altos coste y las adversidades meteorológicas. Navarra fue la segunda comunidad autónoma en producción de tomate para industria según datos del MAPA, con 174,509 toneladas, en una campaña protagonizada, además, por el fuerte calor de meses como el de mayo, que amenazaron la floración y adelantaron el ciclo, principalmente en las plantaciones más tempranas, y con un descenso de la producción total en las plantaciones más tardías. Este impacto en la producción no fue tan agudo como en otras comunidades, que ya comenzaron la campaña con fuertes restricciones de agua. Extremadura registró pérdidas superiores al 30% y Andalucía del 70%.
El tomate, el rey de la conserva a nivel internacional es un producto muy sensible los cambios bruscos de temperatura, los calores extremos pueden secar sus flores, las lluvias intensas pueden pudrir sus raíces y es, además, una planta muy sensible a las plagas como las de orugas, vasates, araña roja, pulgones y en menor medida, trips y mosca blanca.
MENOR SUPERFICIE DE CULTIVO
El tomate es, sin duda, un producto exigente en su cultivo, al que afecta sobremanera el estrés hídrico, y que requiere una rotación de tierras con plazos de recuperación del terreno de hasta unos 5 años como garantía de rentabilidad en las cosechas. Esta necesidad de rotación es uno de los principales hándicaps a los que se enfrentan los agricultores, ya que la falta de disponibilidad de tierras de regadío dificulta la apuesta por el tomate. Es el riego, que en este caso se realiza principalmente por goteo, uno de los factores que más influye en su producción, y requiere de un aporte de agua que cubra las necesidades concretas durante las diferentes fases, sobre todo en las primeras, lo que condicionará su calidad final, y la necesaria consistencia de sus frutos para su recolección mecánica.
En este sentido, y con las sequías registradas en estos últimos años, el número de parcelas destinadas al cultivo del tomate de industria se ha resentido en todo el país. En Navarra, aunque la superficie cultivada de tomate para conserva ha ido oscilando en la última década entre las casi 3.000 y las 1.500 ha. en función de las previsiones, el pasado año se produjo un descenso de más de un 20% con respecto al año anterior. Una reducción muy relevante en comunidades como Andalucía, en la que el número de hectáreas de tomate de industria se han perdido desde 2021 unas 6.000 ha. según COAG Andalucía.
El tomate destinado a la conserva en España tiene una importancia primordial en la agricultura española, y también a nivel internacional, ya que somos el cuatro país productor tras Estados Unidos, China e Italia, y el principal a nivel europeo junto con Italia. En España se elaboran alrededor de 3.000 millones de kilos de tomate para industria, aunque precisamente el pasado año, las condiciones meteorológicas llevaron a una disminución del 34% respecto a 2021.